jueves, 13 de marzo de 2008

Chiloé colonial (1553-1826)

El confín de la cristiandad
El archipiélago de Chiloé, la posesión más austral del imperio español en América, conformó durante el período colonial una sociedad de características muy particulares, marcadas por el aislamiento, la pobreza y el marcado sincretismo cultural.
Descubierto en 1553 por el marino Francisco de Ulloa, fue conquistado por Martín Ruiz de Gamboa recién en 1567. Durante los años que siguieron a la conquista, Chiloé sufrió una constante sangría demográfica, producto del tráfico ilegal de indios encomendados hacia los lavaderos de oro de Chile central. Esta situación sólo se contuvo con la gran rebelión mapuche de 1598-1602, la que conllevó la destrucción de todos los asentamientos españoles al sur del río Bío-Bío. Por ese tiempo, llegó a la isla un contingente de españoles e indios amigos que huían de las devastadas ciudades de Osorno y Villarrica, y que se instalaron en la ribera norte del canal de Chacao, fundando los fuertes de Calbuco y Carelmapu. Asimismo, en 1608 llegaron los primeros jesuitas a Chiloé, cuya labor evangelizadora duraría más de 150 años y dejaría una profunda huella en la población del archipiélago. A partir de entonces, la sociedad chilota se fue consolidando paulatinamente, aun cuando tendría que hacer frente a nuevas amenazas, como la de los corsarios holandeses, Baltasar de Cordes (1600) y Enrique Brouwer (1643).
A mediados del siglo XVII la economía del archipiélago sufrió una gran transformación producto del auge del comercio de tablas de alerce hacia el Perú, lo que redundó en un progresivo aumento del trabajo exigido a la población indígena encomendada. Ello generó la rebelión huilliche de 1712, que fue brutalmente reprimida. En los años siguientes, y como fruto de las exigencias de los caciques huilliches, se dictaron nuevos reglamentos que suavizaron la situación de los indígenas. En 1780 fueron abolidas definitivamente las encomiendas chilotas, aún cuando se mantuvo la obligación de los indígenas de pagar un tributo directamente al rey.
La sociedad chilota del siglo XVIII estuvo sustentada económicamente en la exportación de madera al Perú. Su condición de territorio estratégico para la corona española, permitió que en 1767 pasara a depender directamente del Virreinato del Perú y que se fundara la ciudad de Ancud, cabecera militar de la isla. Por otro lado, Chiloé fue zona de misiones, primero a cargo de la Compañía de Jesús y, posteriormente, de los franciscanos del convento de Ocopa. Para facilitar el trabajo evangelizador, los jesuitas crearon un sistema de misión ambulante que recorría las islas del archipiélago y dejaba la actividad religiosa cotidiana al cuidado de los “fiscales”, quienes quedaban a cargo de la comunidad hasta la próxima visita anual de los misioneros. Estos no se limitaron a evangelizar a la población de Chiloé sino también emprendieron expediciones a otros archipiélagos de la zona austral en busca de indígenas para convertir. Por otra parte, los misioneros también viajaron hacia el oriente de la cordillera de Los Andes en busca de la mítica “Ciudad de los Césares”.
En 1826, y tras varias campañas militares de los patriotas que culminaron con la firma del Tratado de Tantauco, se produjo la anexión definitiva de las islas del archipiélago de Chiloé al territorio nacional.

Sociedad chilota del siglo XVIII


A mediados del siglo XVIII se consolidó definitivamente el ordenamiento social del archipiélago. Desde principios del siglo, se había iniciado una lenta recuperación demográfica producto de las nuevas condiciones económicas, bajo las cuales la población indígena dejó de ser considerada como una masa de esclavos susceptibles de ser vendidos en Chile o Perú y pasó a ser una mano de obra necesaria para la extracción de maderas valiosas. La exportación de estas últimas, en particular de tablas de alerce, se convirtió en el único ingreso de la economía isleña frente al monopolio comercial que mantenían los navieros de El Callao. La población indígena logró sucesivas conquistas sociales durante la segunda mitad del siglo, llegando a la supresión total de las encomiendas en 1791. Por otro lado, la evangelización se consolidó bajo el sistema jesuita de “misión circular”, continuado tras su expulsión por los franciscanos. En el último tercio del siglo la monarquía introdujo una serie de reformas administrativas que llevaron al archipiélago a depender directamente del Virreinato del Perú y a la fundación de una nueva capital, San Carlos de Ancud. De todas maneras, al acabar la centuria, el archipiélago seguía siendo un conjunto de islas cubiertas de selva y pobladas de manera dispersa, cuyo aislamiento contribuyó a madurar una cultura única y particular.



Fuente:
http://www.memoriachilena.cl/mchilena01/temas/index.asp?id_ut=chiloecolonial,1553-1826

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Testimonio de Muñoz Camargo (Historia de Tlaxcala, escrita en castellano por su autor)4



Diez años antes que los españoles viniesen a esta tierra, hubo una señal que se tuvo por mala abusión, agüero y extraño prodigio, y fue que apareció una columna de fuego muy flamígera, muy encendida, de mucha claridad y resplandor, con unas centellas que centellaba en tanta espesura que parecía polvoreaba centellas, de tal manera, que la claridad que de ellas salía, hacia tan gran resplandor, que parecía la aurora de la mañana. La cual columna parecía estar clavada en el cielo, teniendo su principio desde el suelo de la tierra de do comenzaba de gran anchor, de suerte que desde el pie iba adelgazando, haciendo punta que llegaba a tocar el cielo en figura piramidal. La cual aparecía a la parte del medio día y de media noche para abajo hasta que amanecía, y era de día claro que con la fuerza del Sol y su resplandor y rayos era vencida. La cual señal duró un año, comenzando desde el principio del año que cuentan los naturales de doce casas, que verificada en nuestra cuenta castellana, acaeció el año de 1517.
Y cuando esta abusión y prodigio se veía, hacían los naturales grandes extremos de dolor, dando grandes gritos, voces y alaridos en señal de gran espanto y dándose palmadas en las bocas, como lo suelen hacer. Todos estos llantos y tristeza iban acompañados de sacrificios de sangre y de cuerpos humanos como solían hacer en viéndose en alguna calamidad y tribulación, así como era el tiempo y la ocasión que se les ofrecía, así crecían los géneros de sacrificios y supersticiones
Con esta tan grande alteración y sobresalto, acuitados de tan gran temor y espanto, tenían un continuo cuidado e imaginación de lo que podría significar tan extraña novedad, procuraban saber por adivinos y encantadores qué podrá significar una señal tan extraña en el mundo jamás vista ni oída. Hase de considerar que diez años antes de la venida de los españoles, comenzaron a verse estas señales, mas la cuenta que dicen de doce casas fue el año de 1517, dos años antes que los españoles llegasen a esta tierra.
El segundo prodigio, señal, agüero o abusión que los naturales de México tuvieron, fue que el templo del demonio se abrasó y quemó, el cual le llamaban el templo de Huitzilopuchtli, sin que persona alguna le pegase fuego, que está en el barrio de Tlacateco. Fue tan grande este incendio y tan repentino, que se salían por las puertas de dicho templo llamaradas de fuego que parecía llegaban al cielo, y en un instante se abrasó y ardió todo, sin poderse remediar cosa alguna "quedó deshecho", lo cual, cundo esto acaeció, no fue sin gran alboroto y alterna gritería, llamando y diciendo las gentes: "¡Ea Mexicanos! venid a gran prisa y con presteza con cántaros de agua a apagar el fuego", y así las más gentes que pudieron acudir al socorro vinieron. Y cuando se acercaban a echar el agua y querer apagar el fuego, que a esto llegó multitud de gentes, entonces se encendía más la llama con gran fuerza, y así, sin ningún remedio, se acabó de quemar todo.

Presagios Funestos (Codice Florentino)
El tercer prodigio y señal fue que un rayo cayó en un templo idolátrico que tenía la techumbre pajiza, que los naturales llamaban Xacal, el cual templo los naturales llamaban Tzonmolco, que era dedicado al ídolo Xiuhtecuhtli, lloviendo una agua menuda como una mullisma cayó del cielo sin trueno ni relámpago alguno sobre el dicho templo. Lo cual asimismo tuvieron por gran abusión, agüero y prodigio de muy mala señal, y se quemó y abrasó todo.
El cuarto prodigio fue, que siendo de día y habiendo sol, salieron cometas del cielo por el aire y de tres en tres por la parte de Occidente "que corrían hasta Oriente", con toda fuerza y violencia, que iban desechando y desapareciendo de sí brasas de fuego o centellas por donde corrían hasta el Oriente, y llevaban tan grandes colas, que tomaban muy gran distancia su largor y grandeza; y al tiempo que estas señales se vieron, hubo alboroto, y asimismo muy gran ruido y gritería y alarido de gentes.
El quinto prodigio y señal fue que se alteró la laguna mexicana sin viento alguno, la cual hervía y rehervía y espumaba en tanta manera que se levantaba y alzaba en gran altura, de tal suerte, que el agua llegaba a bañar a más de la mitad de las casas de México, y muchas de ellas se cayeron y hundieron; y las cubrió y del todo se anegaron.
El sexto prodigio y señal fue que muchas veces y muchas noches, se oía una voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, anegándose con mucho llanto y grandes sollozos y suspiros: ¡Oh hijos míos! del todo nos vamos ya a perder... e otras veces decía: Oh hijos míos ¿a dónde os podré llevar y esconder. . . ?
El séptimo prodigio fue que los laguneros de la laguna mexicana, nautas y piratas o canoístas cazadores, cazaron una ave parda a manera de grulla, la cual incontinente la llevaron a Motecuhzoma para que la viese, el cual estaba en los Palacios de la sala negra habiendo ya declinado el sol hacia el Poniente, que era de día claro, la cual ave era tan extraña y de tan gran admiración, que no se puede imaginar ni encarecer su gran extrañeza, la cual tenía en la cabeza una diadema redonda de la forma de un espejo redondo muy diáfano, claro y transparente, por la que se veía el cielo y los mastelejos "y estrellas" que los astrólogos llaman el signo de Géminis; y cuando esto vio Motecuhzoma le tuvo gran extrañeza y maravilla por gran agüero, prodigio, abusión y mala señal en ver por aquella diadema de aquel pájaro estrellas del cielo.
Y tornando segunda vez Motecuhzoma a ver y admirar por la diadema y cabeza del pájaro vio grande número de gentes, que venían marchando desparcidas y en escuadrones de mucha ordenanza, muy aderezados y a guisa de guerra,y batallando unos contra otros escaramuceando en figura de venados y otros animales, y entonces, como viese tantas visiones y tan disformes, mandó llamar a sus agoreros y adivinos que eran tenidos por sabios. Habiendo venido a su presencia, les dijo la causa de su admiración. Habéis de saber mis queridos sabios amigos, cómo yo he visto grandes y extrañas cosas por una diadema de un pájaro que me han traído por cosa nueva y extraña que jamás otra como ella se ha visto ni cazado, y por la misma diadema que es transparente como un espejo, he visto una manera de unas gentes que vienen en ordenanza, y porque los veáis, vedle vosotros y veréis lo propio que yo he visto.
Y queriendo responder a su señor de lo que les había parecido cosa tan inaudita, para idear sus juicios, adivinanzas y conjeturas o pronósticos, luego de improviso se desapareció el pájaro, y así no pudieron dar ningún juicio ni pronóstico cierto y verdadero.
El octavo prodigio y señal de México, fue que muchas veces se aparecían y veían dos hombres unidos en un cuerpo que los naturales los llaman Tlacantzolli.5 Y otras veían cuerpos, con dos cabezas procedentes de un solo cuerpo, los cuales eran llevados al palacio de la sala negra del gran Motecuhzoma, en donde llegando a ella desaparecían y se hacían invisibles todas estas señales y otras que a los naturales les pronosticaban su fin y acabamiento, porque decían que había de venir el fin y que todo el mundo se había de acabar y consumir, de que habían de ser creadas otras nuevas gentes e venir otros nuevos habitantes del mundo. Y así andaban tan tristes y despavoridos que no sabían que juicio sobre esto habían de hacer sobre cosas tan raras, peregrinas, tan nuevas y nunca vistas y oídas.
Los presagios y señales acaecidos en Tlaxcala
Sin estas señales, hubo otras en esta provincia de Tlaxcala antes de la venida de los españoles, muy poco antes. La primera señal fue que cada mañana se veía una claridad que salía de las partes de Oriente, tres horas antes que el sol saliese, la cual claridad era a manera de una niebla blanca muy clara, la cual subía hasta el cielo, y no sabiéndose que pudiera ser ponía gran espanto y admiración.
También veían otra señal maravillosa, y era que se levantaba un remolino de polvo a manera de una manga, la cual se levantaba desde encima de la Sierra "Matlalcueye" que llaman agora la Sierra de Tlaxcalla, la cual manga subía a tanta altura, que parecía llegaba al cielo. 6 Esta señal se vio muchas y diversas veces más de un año continuo, que asi mismo ponía espanto y admiración, tan contraria a su natural y nación.
No pensaron ni entendieron sino que eran los dioses que habían bajado del cielo, y así con tan extraña novedad, voló la nueva por toda la tierra en poca o en mucha población. Como quiera que fuese, al fin se supo de la llegada de tan extraña y nueva gente, especialmente en México, donde era la cabeza de este imperio y monarquía. 7








4 La primera parte de la "relación de los presagios de México" manifiesta claramente que Muñoz Camargo conoció los textos de los informantes de Sahagún, que sigue muy de cerca.


5 Tlacantzolli: "hombre estrechados" o como nota Muñoz Camargo, "dos hombres unidos en un cuerpo".


6 La sierra Matlalcueye o "Sierra de Tlaxcala" se conoce hoy día como "la Malinche".


7Historia de Tlaxcala de Muñoz Camargo, lib. II, cap. I.
Te propongo que te intereses por este texto, y me envies tus comentarios sobre los presagios de los aztecas sobre la llegada de los españoles.